El Alzhéimer o enfermedad de Alzhéimer es una enfermedad mental progresiva que se caracteriza por una degeneración de las células nerviosas (neuronas), la destrucción de sinapsis (conexiones entre neuronas) interrumpiéndose la comunicación entre neuronas y la reducción de la masa cerebral, debido al depósito tóxico de unas proteínas llamadas beta-amiloide y TAU en el cerebro.1,2
Los principales efectos del Alzhéimer son la pérdida de memoria, la desorientación temporal y espacial, y el deterioro intelectual, personal y físico.1 El Alzhéimer es una enfermedad que transcurre por distintas fases o etapas a lo largo del tiempo, produciéndose progresivamente un mayor daño en el cerebro, agravándose los síntomas y provocando un mayor deterioro cognitivo y conductual y consecuentemente, una mayor dependencia de terceros (familiares y/o cuidadores).3,4
El Alzhéimer es la forma más común de demencia en la población,4 con una prevalencia que aumenta exponencialmente a partir de los 65 años.3,5
Aunque se trata de una enfermedad que de momento no tiene cura, un diagnóstico precoz, permite iniciar cuanto antes los tratamientos disponibles dirigidos a ralentizar la aparición y gravedad de los síntomas, y favorece una mejor adaptación del afectado y su entorno a la nueva situación.3,4
El patólogo-psiquiatra alemán Alois Alzheimer (1864-1915),3 a quien la patología debe su nombre, fue el primero en presentar los hallazgos clínicos de la enfermedad en 1906 y publicar sus descubrimientos un año más tarde.6
Dichos descubrimientos fueron sobre el caso de una paciente que él mismo trataba, Auguste Deter quien ingresó en 1901 en un hospital de Frankfurt con un cuadro de pérdida de memoria a corto plazo y alucinaciones auditivas. A su muerte en 1906, el Dr. Alzhéimer solicitó permiso para estudiar su cerebro. Al examinarlo, observó que la corteza cerebral se había estrechado (se encontraba atrófica) y que, muchas de sus neuronas habían sido destruidas y sustituidas por “algo parecido a costras”3 que en la actualidad se conoce como “placas amiloides y ovillos neurofibrilares”.3,6
La enfermedad de Alzhéimer es la forma más común de demencia. Se calcula que 1 de cada 10 personas mayores de 65 años padece algún tipo de demencia y, aproximadamente, un 75% de los casos es debida a la enfermedad al Alzhéimer.8,9
Actualmente, 46 millones de personas en todo el mundo sufren Alzhéimer u otros tipos de demencia. De ellas, 8 millones se encuentran en Europa. Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) se calcula que en España hay alrededor de 800.000 personas diagnosticadas de Alzhéimer, con 40.000 casos nuevos cada año.9,10
Aunque entre el 5% y el 6% de los casos, se corresponden con personas que han desarrollado síntomas antes de los 65 años, es en realidad con la edad, cuando la probabilidad de desarrollar una demencia de tipo Alzhéimer aumenta de forma exponencial.9,11 De hecho, la cantidad de personas con la enfermedad se duplica cada 5 años después de los 65 años siendo la prevalencia de un 7% en este grupo de población, y próxima al 50% en mayores de 85 años.4,5,12 Por otro lado, también se ha observado un riesgo mayor de padecer la enfermedad en mujeres, en particular entre la población mayor de 85 años.3
En promedio, una persona con Alzhéimer vive de cuatro a ocho años después del diagnóstico, pero puede vivir hasta 20 años, dependiendo de otros factores. El Alzhéimer afecta a cada persona de manera distinta.13
Actualmente, se han identificado diferentes factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer Alzhéimer, pero aún no se sabe con certeza cuáles son los desencadenantes de la enfermedad.3,14
En aquellas personas con enfermedad de Alzhéimer de inicio temprano, la causa suele deberse a mutaciones genéticas. Por ello, se la conoce como enfermedad de Alzhéimer familiar. A diferencia de la enfermedad de Alzhéimer de inicio tardío, que aparece a partir de los 65 años y es producida tras una serie de cambios cerebrales complejos que pueden ocurrir durante décadas.15
Desde el punto de vista celular, hoy sabemos que las alteraciones que se producen en el funcionamiento cerebral características de la enfermedad, están relacionadas con la acumulación tóxica de unas proteínas en el cerebro, que empieza a suceder años antes de la aparición de los primeros problemas de memoria. Se trata de: 3,16,17
Proteína beta-amiloide (esencial para la transmisión de la información entre neuronas), que se deposita alrededor de los espacios entre las neuronas y va formando unas placas que son las principales sospechosas de interrumpir la comunicación entre las células y provocar la muerte de las neuronas;3,16-19
Proteína TAU (encargada del sistema interno de soporte y transporte de las células), que se deposita formando unos ovillos anormales de fibras en el interior de las neuronas interrumpiendo el sistema de transporte celular y ocasionando igualmente la muerte de las neuronas.3,16-19
Por otro lado, se produce una disminución de los niveles cerebrales del neurotransmisor acetilcolina (encargado de enviar señales de una neurona a otra y que es fundamental para aprender y memorizar) y un exceso de glutamato (otro neurotransmisor que también traslada información entre neuronas).3,16,18,20
Desde el punto de vista estructural, los depósitos de las proteínas beta-amiloide y TAU causantes de la enfermedad de Alzhéimer siguen una distribución concreta en el cerebro según van progresando las fases de la enfermedad.17 Comienzan afectando primero al sistema límbico (el hipocampo en particular), después a la corteza cerebral, y por último al tronco encefálico, causando en cada momento que cada área afectada pierda su habilidad propia. A medida que mueren más neuronas, más áreas del cerebro resultan afectadas, comenzando el cerebro a encogerse. En la etapa final de la enfermedad, el daño se ha extendido teniendo como consecuencia una reducción considerable del tejido cerebral.15,18
El daño al sistema límbico perjudica a la memoria y al estado de ánimo, el daño a la corteza cerebral provoca dificultades para controlar las emociones (en este punto los afectados pueden necesitar ayuda con las actividades cotidianas) y finalmente, el daño al tronco encefálico perjudica a la función de los órganos, incluyendo las funciones del corazón, los pulmones y otros procesos del cuerpo (en este punto la persona depende completamente de un cuidador).18
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