Respirar es una función imprescindible para la vida que realizamos de forma inconsciente. Al respirar introducimos en nuestro organismo oxigeno (O2), que nos proporciona la energía necesaria para que funcionen nuestros órganos, y expulsamos dióxido de carbono (CO2).
Durante un día normal, se respira aproximadamente 25.000 veces.
El aparato respiratorio es el encargado de trasportar el aire (que contiene el O2) desde el exterior de nuestro cuerpo hasta la sangre.
La mucosa de las vías respiratorias está cubierta por millones de pelillos diminutos, o cilios cuya función es atrapar y eliminar los restos de polvo y gérmenes en suspensión procedentes de la respiración, evitando, en lo posible, cualquier entrada de elementos sólidos que provoquen una broncoaspiración.
Los pulmones forman parte del aparato respiratorio, están situados dentro del tórax, protegidos por las costillas, y a ambos lados del corazón. Son huecos y están cubiertos por una doble membrana lubricada llamada pleura (que evita que los pulmones rocen directamente con la pared interna de la caja torácica). Están separados el uno del otro por el mediastino. Debajo de ellos, se encuentra el diafragma que separa la cavidad torácica de la cavidad abdominal.
Los pulmones, derecho e izquierdo, no son iguales. El pulmón derecho es de mayor tamaño que el izquierdo (debido al espacio que ocupa el corazón). Los pulmones se dividen en lóbulos, el derecho en tres: lóbulo superior, medio e inferior y el izquierdo en dos: superior e inferior.
El aire, que contiene un 21% de oxígeno, entra por la nariz y la boca, que están conectados a través de la faringe y la laringe con la tráquea. La tráquea se bifurca para dar lugar a los dos bronquios principales: el del pulmón derecho y el del pulmón izquierdo. Dentro de los pulmones, cada bronquio principal se divide, como las ramas de un árbol, disminuyendo progresivamente su diámetro, en bronquios, bronquiolos y alveolos.
El intercambio gaseoso tiene lugar en los alvéolos (los pulmones tienen alrededor de 500 millones de alvéolos), que son estructuras huecas, de aproximadamente 0,1 a 0,2 mm de diámetro, que contienen aire que se está renovando continuamente y por sus paredes circula la sangre.
El tejido alrededor de los alveolos, se denomina intersticio pulmonar.
Las células que tapizan los alveolos pulmonares se denominan neumocitos. Existen dos tipos de neumocitos:
La función de los pulmones es realizar el intercambio gaseoso con la sangre, para ello los alvéolos están en estrecho contacto con los capilares. En los alvéolos se produce el paso de oxígeno desde el aire a la sangre y el paso de dióxido de carbono desde la sangre al aire.
La capacidad pulmonar depende de la edad, peso y sexo y oscila entre 4.000–6.000 cm³. Las mujeres suelen tener de media un volumen inspiratorio forzado inferior a los hombres.
El mecanismo de intercambio gaseoso del organismo con el exterior presenta dos etapas:
Cuando la sangre llega a los pulmones tiene un alto contenido en CO2 y un bajo contenido en O2. El O2 pasa por difusión a través de las paredes alveolares y de los capilares a la sangre. Allí es transportado por la hemoglobina, que lo llevará hasta las células del cuerpo donde por el mismo proceso de difusión pasará al interior de las mismas para su posterior uso.
El mecanismo de intercambio de CO2 es semejante, pero en sentido contrario, pasando el CO2 a los alvéolos. El CO2, se transporta una parte disuelto en el plasma sanguíneo y otra parte lo transporta los glóbulos rojos.
Las alteraciones en cualquiera de estos mecanismos, va a dar lugar a diferentes enfermedades:
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