La Historia de Felix
Voy a ganar a la leucemia cueste lo que cueste, me lo voy a proponer y lo voy a conseguir
Félix lo tiene claro: lo que más le ha divertido siempre es trabajar. “He sido un fanático del trabajo, me ha gustado mucho”, nos cuenta en su casa del madrileño barrio del Pilar, en la que vive con su mujer desde hace más de cuarenta años. Su profesión de toda la vida, “desde el principio de los tiempos”, era la de albañil: a día de hoy, siete años después de jubilarse, todavía sigue haciendo sus arreglillos por casa. Como muchos españoles de su generación, con solo 18 años emigró para irse a trabajar a Suiza, a la ciudad de Basilea. Le salió bien, pero en el consulado español le advirtieron de que si no cumplía con el servicio militar, le tocaría estar diez años fuera hasta que le dejaran volver. Así que retornó a España, hizo la mili, se casó y, tras algunos años en Zaragoza, se estableció definitivamente en Madrid.
En los años setenta cambió de oficio y entró a trabajar en la Seguridad Social, primero en el Hospital Puerta de Hierro, después en La Paz. De celador pasó a encargado de turno y de ahí, a jefe de personal subalterno. Tratar con la gente se le da bien, tanto, que el día de su jubilación (el mismo en el que cumplía los 65) sus compañeros le regalaron un viaje para irse diez días a Suiza con su mujer. “Buenos compañeros eran, desde luego”, admite contento, “pero yo creo que también me porté bien con ellos, que es mi lema”.
Y es que para Félix el secreto de la felicidad es sencillo. “El dinero no te hace la felicidad… hombre, te ayuda un poquito a hacerla, pero yo creo que lo más bonito es tener salud y llevarse bien con la gente”. Por eso, aunque nunca le haya tocado ningún premio, Félix se siente ganador. Después de todo, está triunfando en una batalla importante: la de la LLC. “Voy a ganar a la leucemia cueste lo que cueste, me lo voy a proponer y lo voy a conseguir”.
El diagnóstico de esta enfermedad le llegó hace cinco años. Durante una revisión de rutina, su urólogo, un conocido del trabajo, le avisó de que fuera al hematólogo porque le veía “una cosa muy rara”. La cosa rara resultó ser Leucemia Linfática Crónica, un tipo de cáncer que afecta a los glóbulos blancos de la sangre y generalmente diagnosticado a edades avanzadas.
Félix confiesa que al oír la palabra “leucemia” se llevó un gran disgusto, pero para superarlo contaba con la tranquilidad que le infundía su médico, la doctora Baltasar. No puede evitar emocionarse al recordar sus palabras en la primera visita: “tranquilo, esto no es ningún problema, esto se arregla, no sufra usted ni su mujer tampoco”. Sus ánimos fueron fundamentales desde el primer momento y a día de hoy dice que le trata como si fuera uno más de la familia: “es un cielo y yo la quiero un montón porque es muy buena”.
Durante los cuatro primeros años Félix no siguió ningún tratamiento para la LLC, más allá de ir a revisiones cada seis meses. El número de glóbulos blancos iba subiendo progresivamente, hasta superar los 80.000. Finalmente, en el mes de diciembre de 2014 comenzó el tratamiento. Los primeros días le resultaron físicamente duros, pero después pudo continuar con su vida normal. Después del tratamiento Félix está estabilizado y “contentísimo”.
Su consejo para otros pacientes de LLC es: “no desfallecer, tener fuerza y darle la menos importancia posible”. Sobre todo, contar con los apoyos necesarios: “con la ayuda de tu familia y la de una doctora como la que he tenido yo, fenomenal”.
Este verano, recién terminado el tratamiento, Félix se ha dedicado a lo que más le gusta: “trabajar como un descosido”. En sus chapuzas y en su huerto, en el que pasa los veranos y fines de semana junto a su mujer y se entretiene plantando pepinos y tomates. Y por supuesto, a ir a ver a la familia y recibir sus visitas. “Uy, los nietos me tienen loco”, nos cuenta. Que si la mediana le pidió el otro día una caja de bombones y se la tuvo que traer, que si el pequeño se puso a llorar a moco tendido y solo se callaba con su abuelo, que si la mayor le manda mensajes de audio en Whatsapp para decirle lo mucho que le quiere. “La sangre es lo que más me tira, como a todo el mundo”, resume satisfecho. A este ganador, la vida le sonríe.
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