Aunque muchas veces no lo consideremos así, la piel es el órgano más grande y extenso del cuerpo. Su función principal es protegernos de los agentes externos, como el frío, el calor, la lluvia, el sol… pero los rayos ultravioleta se le resisten y se convierten en su peor enemigo, ya que son la principal causa de desarrollo de tumores de la piel. Lo hemos oído mil y millones de veces, hay que protegerse del sol para evitar la aparición del melanoma, pero esa protección no se tiene que limitar solo a la época de verano: hay que protegerse todos los días del año.
Te damos unas pautas sencillas para escapar de los temibles rayos ultravioletas:
No está de más revisarse los lunares cada cierto tiempo. Si vemos que cambian de color o de aspecto, debemos acudir rápidamente a un especialista para descartar cualquier lesión maligna. Hay zonas del cuerpo que no se nos ocurre vigilar, como las plantas de los pies, las palmas de la mano, el cuero cabelludo y las orejas. También hay otras de difícil acceso visual, como la espalda, pero que no debemos dejar de lado. La vigilancia estrecha es una buena aliada para estar tranquilos.
Es el crecimiento descontrolado de células anómalas de la piel dando lugar a tumores malignos. La mayoría se deben a la repetida exposición de la piel a los rayos ultravioleta (UV) del sol sin protección.
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