¿Qué es el linfoma B difuso de células grandes?

El linfoma B difuso de células grandes es el tipo más común de linfoma no Hodgkin en adultos, representando cerca del 40 % de los casos. Se origina en los linfocitos B, un tipo de glóbulo blanco responsable de la producción de anticuerpos¹. Este tipo de linfoma es considerado un linfoma de comportamiento agresivo debido a su rápido crecimiento².

El linfoma B difuso de células puede aparecer tanto en los ganglios linfáticos como fuera de ellos (en órganos como el estómago, intestino, piel o sistema nervioso central)³. Aunque suele diagnosticarse en personas mayores de 60 años, también puede afectar a adultos jóvenes ². 

Diagnóstico del linfoma b difuso 

Para diagnosticar el linfoma b de células grandes, los especialistas realizan varios estudios que permiten confirmar la enfermedad y determinar su extensión. Entre las diferentes formas de diagnóstico se encuentran:

• Biopsia de ganglio linfático u órgano afectado: se toma una muestra de tejido para analizarla bajo el microscopio. Este procedimiento es clave para confirmar el tipo de linfoma y diferenciarlo de otras enfermedades⁶.

• Análisis de sangre: evalúan el estado general del organismo, los niveles de células sanguíneas y posibles alteraciones bioquímicas.

• Tomografía computarizada (CT) o PET‑CT: permiten visualizar el tamaño y la extensión del linfoma en el cuerpo.

• Punción lumbar: en ciertos casos, se analiza el líquido cefalorraquídeo para estudiar la afectación del sistema nervioso central⁷.

• Examen de médula ósea: se realiza si se sospecha que el linfoma ha alcanzado ese tejido.


Vivir con linfoma B difuso: calidad de vida y apoyo

Recibir el diagnóstico de un linfoma agresivo como el linfoma B difuso de células grandes puede generar ansiedad, miedo e incertidumbre. Es normal experimentar un torbellino de emociones, y por eso es fundamental contar con una red de apoyo y acceso a información clara y fiable⁸.

• Calidad de vida durante el tratamiento: los efectos secundarios como fatiga, náuseas o cambios emocionales pueden afectar la rutina diaria. Existen estrategias médicas y de autocuidado que ayudan a manejarlos.

• Apoyo psicológico y social: muchos pacientes pueden beneficiarse de grupos de apoyo o asociaciones de pacientes, donde pueden compartir experiencias y ser escuchados⁹.

• Seguimiento médico: después del tratamiento, se establecen controles periódicos para detectar recaídas a tiempo y atender secuelas físicas o emocionales.


Además, es importante mantener una buena comunicación con el equipo médico, expresar dudas y participar activamente en las decisiones sobre la salud.