La Esclerosis Múltiple (EM) es una enfermedad neurodegenerativa autoinmune, de carácter crónico y de origen inflamatorio. Una de las principales características de esta enfermedad es la alternancia de periodos asintomáticos con otros sintomáticos conocidos como brotes. Podemos definir un brote en Esclerosis Múltiple como un periodo o episodio en el que se manifiestan los síntomas característicos de la enfermedad.1
La inflamación en la Esclerosis Múltiple es un aspecto muy relevante. Presente en el transcurso de toda la enfermedad, esta inflamación se acentúa durante los brotes, en los que se producen ataques al sistema nervioso central (SNC) por parte del propio sistema inmune. Estos ataques favorecen la aparición o el aumento de tamaño de lesiones en el cerebro o en la médula espinal. Es precisamente al aumento de intensidad de estos procesos inflamatorios a los que se les considera los responsables últimos de la sintomatología.1
Durante los brotes, los linfocitos B y T, células del sistema inmune responsables de la denominada respuesta inmunitaria adaptativa o adquirida (respuesta defensiva caracterizada por dirigir su ataque a antígenos específicos que con anterioridad han estado en contacto con el organismo), cruzan la barrera hematoencefálica (BHE) que protege el sistema nervioso central (SNC), y atacan la mielina, haciendo que esta se degrade.2
La mielina es la vaina blanquecina protectora que recubre las fibras nerviosas, en concreto los axones de las neuronas. Constituida por sustancias grasas, proteínas y agua, la mielina no solo protege las fibras nerviosas, sino que también interviene en la transmisión del impulso nervioso posibilitando que la información viaje a una gran velocidad a través de los nervios sin perderse, ni interrumpirse. La desmielinización o pérdida de la mielina ocasiona graves trastornos dado que los impulsos eléctricos no se transmiten con suficiente velocidad o se interrumpen. Esa alteración desencadena la sintomatología típica y característica de los brotes.3
A día de hoy, las causas de los brotes se desconocen, no pudiéndose establecer de forma clara y fehaciente una relación causa-efecto por lo que los brotes se consideran “imprevisibles”.
La respuesta inflamatoria aguda responsable de la interrupción de los impulsos nerviosos desencadena la sintomatología característica de la Esclerosis Múltiple.
Entre los síntomas más importantes destacan: 4,5
Dependiendo del grado de la lesión, el daño puede ser transitorio (con recuperación) o permanente, más común en etapas avanzadas de la enfermedad.6
La intensidad o manifestación de cada brote es diferente y por tanto los síntomas pueden variar en duración e intensidad en cada persona. Ninguna persona es igual a otra.
Para poder ser considerados como tal, los brotes tienen que cumplir los siguientes criterios7:
En ocasiones, las personas afectadas con Esclerosis Múltiple, sufren los denominados “pseudobrotes o síntomas fantasmas”, que se definen como empeoramientos temporales de síntomas ya experimentados previamente. Estos pseudobrotes aparecen y desaparecen normalmente en 24 horas y no están relacionados con nuevas zonas de inflamación en el SNC.8
Uno de los factores desencadenantes de los pseudobrotes puede ser el aumento de la temperatura corporal, como la fiebre, el calor después de un ejercicio intenso o por un aumento de la temperatura exterior. Una vez disminuye la temperatura corporal, se resuelven los síntomas desencadenados durante el pseudobrote.8
En el caso de que aparezcan los síntomas característicos de los brotes, se recomienda esperar mínimo 24 horas. Si los síntomas prevalecen tras este tiempo, se debe contactar con el equipo médico, que determinará si se precisa algún tratamiento específico 5,9. El seguimiento estrecho de los brotes es crucial para poder controlar la progresión de la enfermedad, valorar los tratamientos instaurados y preservar la calidad de vida de las personas que los manifiestan mediante el control o alivio de los síntomas.10
No todos los brotes son iguales, ni producen el mismo daño, ni la recuperación es la misma en todos los afectados.
La mayoría de personas se recuperan de los brotes sin recibir tratamiento específico y sin apenas secuelas, aunque la recuperación en cada momento dependerá del grado y evolución de la enfermedad, de la eficacia de los tratamientos o de lesiones y secuelas previas.
A día de hoy, los tratamientos contra la Esclerosis Múltiple tienen como objetivo espaciar los brotes, reducir y mantener bajo control la inflamación asociada y favorecer una reducción de la intensidad y duración de los síntomas. Este control de los síntomas y de la inflamación repercutirá directamente a largo plazo en la calidad de vida de los afectados.
Los tratamientos buscan reducir el número de brotes, pero en el caso de que ocurran, existen diversas recomendaciones que pueden ayudar a su control:11
La Esclerosis Múltiple se caracteriza tanto por la aparición de brotes, como por una progresión constante e independiente de una mayor o menor frecuencia o intensidad de los brotes que se desarrollen.1
La progresión es heterogénea en cuanto a síntomas y gravedad y está presente desde el inicio de la enfermedad. Es en realidad la responsable de la discapacidad global que va acumulándose y afectando a la persona a largo plazo.
Puede ser complejo valorar la progresión dado que, sintomáticamente, no se manifiesta como los brotes y además puede verse disminuida por mecanismos de compensación y de la denominada reserva neurológica (capacidad innata y diferente en cada individuo por la cual el cerebro permite tolerar mejor los efectos de la enfermedad antes de superar el umbral donde la sintomatología clínica comienza a manifestarse).12
Enfermedad neurodegenerativa progresiva y crónica que afecta típicamente a adultos
jóvenes. De forma gradual, puede ser causa de discapacidad física y mental.
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