Fatiga inducida por el cáncer y necesidad de ejercicio físico
El Instituto Nacional del Cáncer (NIH) define la fatiga asociada al cáncer como una sensación de cansancio, debilidad, agotamiento, pesadez, lentitud, o de no tener energía para realizar las actividades básicas de la vida diaria, que no es proporcional a la actividad reciente e interfiere con el funcionamiento habitual.
Además, en muchas ocasiones, ésta influye negativamente en aspectos emocionales y psicológicos, que afectan también enormemente a la calidad de vida de los pacientes.
¿Por qué me siento fatigado y cómo puedo mejorar o reducir esa sensación?
Hasta el momento, la mayor parte de los pacientes muestran tener fatiga en algún momento del proceso de la enfermedad, pero existen ciertas variaciones según el tipo de tratamiento recibido:
- Tratamiento con quimioterapia: entre el 80 y el 90% de los pacientes en tratamiento de quimioterapia exponen tener fatiga.
- Tratamiento con radioterapia: entre el 70 y el 100% entre aquellos que están recibiendo radioterapia muestran esta fatiga.
- Tratamientos con inmunoterapia: entre un 12% y un 37% o hasta un 71% si se aúna con otro tipo de tratamientos indican tener fatiga.
Este tipo de fatiga es diferente a la normal, ya que no desaparece, aunque uno descanse o duerma. Actualmente, existen varias formas de intentar disminuir o eliminar este síntoma, como la ingesta de medicamentos, la intervención psicológica y la práctica de ejercicio físico, siendo estos dos últimos los que mejores resultados parecen obtener.
La fatiga asociada al cáncer se relaciona, fisiológicamente, a factores a nivel central y a nivel periférico.
- A nivel central, parece que se relaciona con alteraciones en la función de ganglios basales y el lóbulo frontal, a una disfunción en el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA) y a una mayor liberación de citoquinas proinflamatorias que afectan al metabolismo neuronal
- A nivel periférico, es posible que se relacione con errores en la actividad de la membrana de las células musculares, dificultades en la conducción nerviosa y en el reclutamiento de células musculares. También se describe que puede estar asociada a biomarcadores inflamatorios, metabólicos, neurodegenerativos y genéticos, quedando todavía mucho por investigar en relación a ello.
Todo lo anterior se traduce en que este efecto no se basa solo en una percepción, sino que hay cambios en el cuerpo que realmente inducen a esta sensación de cansancio.
¿Cómo solucionar la fatiga que me provoca el cáncer?
Parece ser que los beneficios del ejercicio en relación a la fatiga se centran en una mejora del bienestar psicológico y de la aptitud física, el efecto antiinflamatorio del ejercicio, la mejora del equilibrio del sistema nervioso autónomo y a factores neurotróficos.
Es importante finalizar este aspecto, dejando claro que hacer ejercicio es primordial para obtener mejoras en lo relativo a la fatiga, tanto durante el tratamiento como después del mismo, siendo además fundamental que el desarrollo del ejercicio se mantenga a largo plazo, durante toda la vida.
En este sentido, lo más recomendable es cumplir con las recomendaciones dictadas, haciendo hincapié a ser posible en el trabajo de fuerza en aquellos momentos en que los niveles de fatiga sean extremos.
Aunque parezca contradictorio, el hecho de sentirse cansado por esta fatiga, que se asocia con la enfermedad, no supone que no se pueda y se deba realizar ejercicio físico; al contrario, es muy beneficioso poder distinguir entre el cansancio que puede producir el ejercicio físico y esa fatiga comentada, ya que la primera de ellas es altamente beneficiosa para mejorar la segunda.
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Grupo VEnCE (Vive, Entrena, Cáncer Enfrenta), perteneciente a la Fundación UE (Universidad Europea).
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