Consecuencias nutricionales de la radioterapia

La radioterapia es un tratamiento localizado que usa altas dosis de radiación, incidiendo directamente en las células cancerosas, aunque también puede afectar a las células sanas que se encuentran cerca de la zona irradiada.

La aparición de los efectos adversos dependerá de la parte del cuerpo irradiada, la dosis total de radiación y la manera en que se administra. Estos efectos pueden aparecer tanto a las pocas semanas de empezar el tratamiento o, en algunos casos incluso una vez terminado.

Efectos adversos de la radioterapia en la alimentación

La dificultad para la deglución de ciertos alimentos es uno de los principales efectos adversos durante el tratamiento de cánceres de pulmón, cabeza y cuello, y del sistema digestivo, comprometiendo el estado nutricional del paciente.

A continuación, detallamos los principales efectos secundarios y las recomendaciones dietéticas a seguir, con el objetivo de cubrir los requerimientos energético-proteicos, con el fin de conservar el estado nutricional de cada persona.

Esofagitis

Debido a la proximidad de los órganos a las zonas irradiadas, se pueden ocasionar inflamaciones cercanas a la boca, garganta, faringe, laringe y esófago, provocando dolor en el momento de la ingesta. Suelen aparecer de forma progresiva y perdurar hasta unas semanas después de haber finalizado el tratamiento. En esta situación se debe seguir las siguientes recomendaciones dietéticas:

Comer pequeñas cantidades con alta densidad nutritiva durante varias veces al día.
Adaptar la textura de la dieta en función del dolor:
- Esofagitis leve: permite mantener la alimentación con alimentos blandos y de fácil masticación.
- Esofagitis severa: en esta ocasión, a raíz del dolor intenso en la deglución, será necesario adaptar toda la dieta a textura líquida y triturada, sin olvidar mantener los requerimientos nutricionales necesarios.
Evitar alimentos que puedan irritar la mucosa del esófago: bebidas alcohólicas o con gas, alimentos ácidos, comidas muy condimentadas, alimentos tanto de textura dura como pegajosos, y alimentos fibrosos.
Mantener una correcta hidratación.

Disfagia

Se da en el momento en el que existe una dificultad o incapacidad para la deglución de alimentos sólidos, semisólidos y/o líquidos de forma segura y eficaz. Los signos y síntomas de alarma serían la dificultad para tragar por sensación de obstáculo, tos, carraspeo, atragantamiento al deglutir líquidos y/o cambios de voz después de la deglución. Según la textura a la cual se presenta dicha dificultad, se debe adaptar la dieta de la siguiente manera:

Disfagia a sólidos: se debe modificar la textura de las preparaciones y los alimentos sólidos para conseguir una textura homogénea, apta y segura para la ingesta, tanto a nivel de seguridad como de eficacia. Depende de la dificultad a la hora de la deglución: En las situaciones más leves se deberá modificar la textura a unos alimentos de fácil masticación y en los casos más severos, a una textura triturada.
Disfagia a líquidos: en este caso la situación es más compleja por lo que es importante que se consulte al especialista de referencia o a un dietista-nutricionista para que asesore en cuanto a la modificación de la viscosidad de todos los líquidos de la dieta, garantizando así una alimentación segura, evitando la desnutrición y la deshidratación. Además se deben evitar preparaciones o alimentos con dobles texturas (líquido y sólido), alimentos muy fibrosos o que se deshagan muy fácilmente al masticar, y alimentos como los helados o polos ya que al entrar con el calor de la boca se vuelven líquidos.

Recuerda que la tolerancia a las terapias es variable en cada persona, por lo que es importante ir ajustando tu alimentación utilizando aquellas recomendaciones que funcionen mejor en cada momento. En caso de necesitarlo, no dudes de comentarlo con tu centro de referencia para que te deriven a un especialista en nutrición que te pueda ayudar a lo largo del proceso.

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Artículo elaborado por: Marta Bellver Sanchis. Dietista-Nutricionista Clínica.